Comemos para vivir y compartimos para existir

Por Dr. José de Jesús Olvera / Antropólogo

Todos hemos pedido una mordidita por lo menos, o un traguito. Siempre se nos antoja la comida del otro y al otro se le antoja la comida de uno. La palabra clave es compartir, pero con enfoque a los alimentos se llama comensalidad. Compartir comida es algo muy íntimo. Solo se hace con las personas con las que establecemos compromisos afinidades o parentescos. Tiene muchos niveles y formas de expresar el amor a través de los alimentos.

Comer para compartir significa la conversión del ritual de la alimentación, como el ritual de la existencia, de la vida misma, es la fórmula de la supervivencia a través de la practica alimentaria. Comemos para vivir y compartimos para existir. Ante el acto de compartir alimentos se reactivan fibras sensibles. Se comparte desde que se compran los alimentos, no falta quien nos acompañe al super o al mercado.

Se comparte en la concina en la complicidad de los calores, en las recetas secretas de familia que se comparten a los más íntimos, se comparte conocimiento, experiencia, técnicas y modos de preparar los alimentos como sortilegios del alma, que se quedan en los recuerdos y que solo volvemos a compartir en momentos especiales.

A diferencia del tiempo de las abuelas, donde se esperaban a la familia a la hora de la comida. Todos reunidos en la mesa, sin prisas, daba tiempo de tomar el postre y el café, se regresaba al trabajo, y ni siquiera nos daba el popular “mal del puerco La vida cambio, las ciudades crecieron e inventamos nuevos modos de vida. Hoy en día se crearon espacios en las oficinas para compartir la hora de los alimentos, surgieron los comedores industriales a cambio de la cocina de casa, hay lugares públicos con mesas y asientos para comer y comemos con extraños que solo vemos una vez o que ni si quiera vemos como si se tratara de un no lugar. Se crearon los fast food donde compartimos la mesa incluso hasta con desconocidos, esas barras donde no nos vemos a la cara y no sabemos quién es el otro.

Con quienes nos conectamos y afianzamos, o con quien la vida nos hace coincidir establecemos movimientos y rituales del cuerpo y de la mente: beber, sorber, morder, masticar charlar. Comer en silencio es el acto mas intimista y retrospectivo. Y siempre tratamos de evitarlo, somos sociales y gregarios nos encanta compartirnos con los demás.

¡Qué nostalgia me invade escribir estas palabras, como hemos cambiado! Quisiera compartir todos los días los tres alimentos con las personas, qué amo, con mis amigos, con mis parientes y familiares que hacen de las comidas una fiesta. “Con quien me ha dado besos, con quien me ha ayudado a conseguir un trabajo, con quien a prendí a ser mejor ser humano, con quien ya no está…” Cómo recuerdo una pasta de cacao, con jitomate deshidratado y queso de cabra, el tintinar de las copas, las risas de los amigos y las anécdotas de sus vidas.