Gabriel recuerda cómo fueron sus primeros pasos en el arte y la experiencia que lo marcó de por vida: lograr, a los 17 años visitar Europa mostrando su talento. “Pertenecí al grupo de niños y jóvenes trabajadores de la calle; desde los seis años empecé a trabajar en el mercado para ayudar a mi mamá porque yo era el segundo de nueve hijos. Vendí chicles y bolsas, me pinté de payasito, hice malabares con naranjas, fui tragafuegos y limpié parabrisas en los cruceros”.
Luego de esas experiencias y sin saber lo que le deparaba el destino, conoció a su maestro Raúl García, quien daba clases de teatro y tenía el colectivo “Sagrevsol” al cual se incorporó iniciando su aprendizaje sobre las artes escénicas; para ese entonces ya tocaba música latinoamericana, música mexicana “fue así como el teatro y en general las artes me abrieron la oportunidad de una invitación por Dinamarca”, dice.
Y es que el colectivo recibió la invitación de la organización Tinku Danmark, para que él, junto con ocho compañeros, viajara a Dinamarca para recorrer escuelas de aquel país y dar a conocer su trabajo como “Niños y jóvenes trabajadores de la calle”, durante el evento “Imágenes del mundo” a través de diferentes actividades como la obra de teatro Fuera Máscaras, una exposición de artes plásticas y conciertos de música andina y mexicana.
“Esa vivencia me ha ayudado para crecer emocionalmente y ver la vida diferente. Recién cumplí 42 años y ya han pasado muchos años de esa primera experiencia la cual dio un giro a mi historia y a mi manera de ver vida”.
Cuando regresó de Europa, Gabriel comenzó su transformación, tomó talleres de pintura, estudió la Licenciatura en Música y dio clases en una Casa Hogar para niños y jóvenes trabajadores de la calle, que fundó junto con su maestro Raúl García.
El artista confiesa que su camino no ha sido fácil, ha tenido mucha suerte, en principio por encontrar a sus maestros Raúl García Ramos y Jorge Sánchez Morales, quienes fueron los que lo impulsaron e interesaron para ya no querer separarse de las artes; además se confiesa orgulloso de pertenecer a la cuna de artistas oaxaqueños.
Comenta Pérezmesi que ante la COVID-19 comenzó a enfocarse solo en las artes plásticas, “me destapé como artista plástico en plena pandemia”. Y, ahora, con su incursión dentro de la pintura, se dice influenciado por lo barroco y lo renacentista para llegar a la creación de imágenes de lo ancestral, de abuelos y agaves, de lo mágico y las montañas.
“Esa es mi influencia para pintar, lo traigo a este tiempo y lo proyecto con lo que yo he vivido y lo mezclo con las experiencias terrenales y espirituales. Me dejo llevar por lo que me diga mi mente, yo pinto a partir de mis experiencias y de lo que me nace pintar en su momento”.
Y agrega: “Me han preguntado ‘¿qué es lo que fuma o qué hace para pintar así?’ Yo lo que hago es poner música clásica, música medieval, me concentro y ya, me meto a mi mundo de pensamientos y lo que vaya pensando lo plasmo”.
El arte visual es tan extenso y lo que uno quiere proyectar también es mucho, asegura Pérezmesi: “Soy católico y mi abuela me decía que todos tenemos una luz, y esa luz es la que nos lleva desde que nacemos hasta que morimos. Por eso he puesto en el bastidor todas las esencias que vivimos en la vida: pinto el temor, el miedo, el odio, la ira, la felicidad, todo eso plasmé en mi exposición actual Espíritus nocturnos, por ahí va mi temática, ya siento que voy agarrando mi camino”.